El violinista

Por mi pueblo en cierta ocasión pasó un extraño violinista; mi padre decía que el violín lo llevaba siempre el demonio consigo así que nos pidió que jamás escuchemos a un violinista y aquí el porqué:

El hombre vestía un traje impecable y negro y tocaba largas y profundas notas que cada vez atraían más y más oyentes sin embargo, no pedía limosnas, sólo a cambio les pedía que le dijera qué hora les marca su reloj.

La gente embobada miraba el dorado reloj y exclamaba: pues tal hora y tantos minutos, cuanta más gente lo dijera más enérgico tocaba el violinista, y la gente alegremente aplaudía sus movimientos practicamente diabólicos y maravillosos.
Eran geniales y la gente recomendó a mi padre pasarse por la plaza para disfrutar de ése espectáculo.
Pero él se extrañó y como era un hombre muy arraigado a las supersticiones, pensó que se trataba de una trampa así que Antoni decidió que si iba, engañaría al violinista. Le pidió a un vecino que le acompañe y éste accedió encantado, era muy amigo de éste, así que le gustó el reto.

La misma tarde mi padre y su amigo Ludwig se presentaron en la plaza empezaron a escuchar el breve concierto, mi padre se maravilló ante la gran capacidad del músico pero cuando éste preguntó:

-¿Qué hora marca mi reloj?
-mi padre, le contestó: no la distingo muy bien, me dejé las gafas en casa, pero pregúntele a mi amigo -el cual hipnotizado- contestó: las "diez y cuarto"
El músico le echó una mirada siniestra a nuestro vecino omitiendo por completo la presencia de Antoni.
Después de una breve pausa esbozó una sonrisa amarga y mientras escudriñaba las primeras notas del violín se dirigió a ambos:
-Espero que se acuerde de sus gafas la próxima vez señor-
Entonces tocó; tocó mil veces mejor que antes, la música fluía entre sus delgados y largos dedos mientras las notas subían cada vez más y más alto, pasó de una simple canción a un sinfín de notas perfectamente coordinadas, parecía que mil músicos tocaban al unísono una melodía que traspasaba los tímpanos y poco a poco se vertía hasta los resquicios más pequeños del cerebro cuanto más se vertía más se nublaban las mentes de éstos humildes campesinos que boquiabiertos observaban al violinista tocó las últimas notas y después de una leve inclinación se despidió no sin antes decir:
-Mañana me cobraré mi deuda-
Los pueblerinos aún en estado de trance aplaudieron como locos, todos menos mi padre al cual por una extraña razón oyó las palabras de músico,y todavía resonaban y caían como un jarro de agua sobre sus sienes.
Cogió a su gran amigo del brazo (el hombre miraba anonadado el lugar donde antes estaba el virtuoso y extraño personaje) y se lo llevó a casa.
En cuanto giraron la calle el hombre parpadeó con gran cara de susto y preguntó:
-¿Qué hacemos aquí Antoni,ya acabó el músico?
Éste extrañado le dijo:
-Sí claro si te has quedado dos horas embobado oyéndole, deja de asustarme, tenías razón no pasó nada extraño excepto lo de su despedida, pero ya sabes cómo están de locos los músicos.Ja ja menudo susto ¿eh?
El vecino aún perplejo exclamó.
-Pero ¿qué dijo no me acuerdo de nada, qué ha pasado?
El se limitó a sonreír y contestó: nada Ludwig, a la próxima no bebas tanto ja,ja,ja, te tenía que haber sacado antes de la taberna.
Y continuaron su marcha hasta casa, evidente mente aunque Antoni no mostró su preocupación (a pesar de ser supersticioso no le gustaba que la gente lo supiera) solo se limitó a sonreír levemente mientras se separaban en la escalera del rellano.
Ésa misma noche mi padre no durmió demasiado bien y aunque fuera domingo se levantó muy temprano hizo las tareas de casa y cuando salía para la Iglesia con nosotros rezagándonos de la mano decidió llamar a Ludwig (aunque fuera protestante cosa que no le molestaba) para ver cómo estaba, tenía una extraña sensación, llamó tres veces a la puerta, abrió su mujer con la cara llena de lágrimas, mi padre nos hizo subir de vuelta a casa (lo cual nos pareció estupendo, un día sin sermón del viejo párroco) pasó a casa del vecino donde la mujer, Alina todavía estaba fregando el suelo. Había un líquido rojo desparramado por todo el suelo enseguida se percató de que era sangre y cuando le preguntó a Alina qué había pasado ésta sólo repetía:
-Se volvió loco, loco,loco
El hijo mayor que estaba sentado en una esquina en una pequeña silla parecía más sereno el cual le contó lo siguiente
-Cuando mi padre llegó a casa se echó muy pronto a dormir cosa poco habitual en él y esta mañana a las diez y cuarto en punto se levantó de golpe gritando algo sobre un violín.
Después fue a la cocina cogió el cuchillo más afilado y empezó a rebanarse el brazo hasta llegar a los tendones tiró con fuerza de ellos y se puso a"tocar" el violín con ellas utilizando el cuchillo como vara murió desangrado mientras tocaba y tocaba se acabó destripando mientras todo el rato mencionaba el condenado violín.
Antoni exhausto sintió una gran necesidad de tomar aire salió a fuera a respirar se sintió mareado su mejor amigo estaba muerto por culpa del violinista (o por lo menos eso le parecía)
y ahora necesitaba saber algo más acerca de él.
Decidido se acercó a la plaza y preguntó a uno de los guardias urbanos si habían visto al músico que ayer tocó allí los policías extraños le comentaron a mi padre de que ayer no hubo ningún violinista y que ellos estuvieron de guardia y no, no hubo nadie.
Entonces fue cuando comprendió que solo un ser podía ser capaz de segar almas sin diferencia a diestro y siniestro y con semejante crueldad y ése ser era el demonio pero que como ya sabía sólo podía entrar en un hogar si le invitaban así que lo del violín y la hora no eran más que una sucia treta para ser invitado.
A lo largo de una semana lo que le pasó a Ludwig le sucedió a más gente con algunas matices pero parecía la obra del mismo ser siempre repetían la hora y el violín; ésa diabólica música que los cegaba sin remedio mientras el invitado reía a carcajadas en el umbral de sus puertas.
Lo sé porque yo estuve allí y yo conservo ese reloj dorado esperando la hora de nuestra cita.
No faltes.

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